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En tippah county (Missouri, Estados Unidos), un maestro de escuela refirió
en 1878 la siguiente y trágica historia:
Hace unos días ocurrió en mi escuela un triste suceso. Durante algún
tiempo, las águilas se mostraban muy inquietantes en los alrededores,
ya que habían capturado cerdos, ovejas, etc. Nadie creía que intentasen
apoderarse de un chiquillo, pero el jueves, durante el recreo, los niños
se encontraban a cierta distancia de la casa, jugando a las canicas, cuando
su pasatiempo se vio interrumpido por una enorme águila que descendió,
capturó al pequeño Jemmie Kenney, de ocho años, y se alejó volando con
él entre sus garras. El niño gritó y, cuando yo salí de la escuela, el
águila volaba a tal altura que sólo pude oír los alaridos del niño. Se
dio la alarma, y, a fuerza de gritos y disparos al aire, el águila se
vio obligada a dejar caer su víctima, pero sus garras se habían hundido
tan profundamente en él, y la caída fue desde tal altura, que el pequeño
murió...
Éste no es el único caso de un chiquillo arrebatado por un águila. En
1838, en las montañas de Suiza, una niña de cinco años llamada Marie Delex
fue capturada por un ave cuando se encontraba jugando con sus amigas.
No fue transportada al nido del ave, ya que un grupo que salió en su búsqueda
encontró allí dos aguiluchos y montones de huesos de cabra y de oveja,
pero ningún rastro de la pequeña.
Pasaron dos meses antes de que un pastor encontrara sobre una roca su
cadáver mutilado.
La noruega Svanhild Hantvigsen narra que cuando tenía tres años, en 1932,
fue capturada por un águila y llevada hasta su nido. Fue rescatada por
varias personas que habían presenciado el hecho, y tuvo la suerte de escapar
del trance sin un rasguño, aunque sus ropas estaban hechas jirones.
Este tipo de ataques resultan alarmantes e insólitos, pero no misteriosos.
Algunas veces, sin embargo, surgen noticias de otra clase, acerca de monstruosas
criaturas aladas que no parecen ajustarse a la descripción de ningún
ave de las descritas por la ornitología. A veces, parecen más bien gigantescas
criaturas voladoras de las que se extinguieron hace millones de años;
en ocasiones, parecen medio humanas.
La mayor ave conocida por la ciencia es el albatros viajero, que habita
exclusivamente en los océanos del Sur y que posee la mayor envergadura
de alas: 3,3 metros. Le sigue muy de cerca en tamaño el cóndor andino,
con una envergadura de 3 metros. Las alas del cóndor californiano miden
de punta a punta 2,7 metros, pero se cree que en la actualidad no sobreviven
más que unos 40 ejemplares de esta especie.
Sin embargo, incluso un cóndor parecería diminuto al lado del teratórnido,
un ave que se extinguió hace unos 10.000 años. Se cree que fue el ave
de mayor tamaño que jamás haya habitado la Tierra, con una longitud de
3,3 m, una envergadura de 7,5 m, y un peso de unos 75 kilos. Se han encontrado
fósiles en Argentina, México y el sur de los Estados Unidos, y se calcula
que algunos de ellos revelan una antigüedad de 5 a 8 millones de años.
En la mitología se habla también de aves enormes. Los indios illinois
pintaron un pájaro monstruoso, el piasa o "ave devoradora de hombres",
en una roca que domina un río cerca de Alton, en el estado de Illinois.
Solían disparar flechas o balazos contra esta imagen cuando pasaban junto
a ella en sus canoas. La pintura fue vista por exploradores misioneros
en el siglo XVII antes de que la superficie de la roca fuese destruida
por la erosión. En 1970 se pintó de nuevo una imagen del piasa, imitando
la tradicional.
Según los Illinois, el piasa es un ave escamosa, con larga cola, cuernos
y ojos de color rojo. Puede ser vista una vez al año, al amanecer del
primer día de otoño, cuando sale del río para buscar una cueva donde pasar
el invierno.
Otras tribus amerindias hablan todavía hoy de otra enorme criatura: el
ave del trueno. Según James "Cielo Rojo", indio ojibwa de la
región de Thunder Bay, en Ontario (Canadá): "Vimos hace varios
veranos un ave del trueno. Era un ave enorme, mucho mayor que los aviones
que podemos contemplar hoy. No batía sus alas, ni una sola vez. Era blanca
por debajo y negra por encima."
Los informes modernos sobre aves gigantescas en los Estados Unidos comenzaron
a finales del siglo XIX En el año 1882, en Dent's Run, Pennsylvania, un
tal Fred Murray divisó una bandada de aves que, según dijo él, parecían
buitres gigantescos, con una envergadura de más de 5 metros.
En febrero de 1895, la desaparición de la niña de diez años Landy Junkins
en Webster Country (West Virginia) fue atribuida a una de estas enormes
aves. La madre de Landy envió a la niña a la casa de unos vecinos, pero
nunca llegó a ella. Un grupo de búsqueda encontró sus huellas en la nieve;
abandonaban el camino y se adentraban unos pocos metros en un campo. Allí,
numerosas huellas se mezclaban entre sí, como si la pequeña hubiera dado
vueltas sobre si misma, tal vez tratando de escapar. Nunca más se supo
de ella.
Un incidente acaecido unos días después sugirió lo que pudo haberle ocurrido
a la niña. Un cazador de osos, llamado Peter Swadley, fue atacado por
un ave de gran tamaño, que descendió sobre él y le hundió las garras en
la espalda. Swadley escapó de la muerte gracias a su perro, que atacó
al ave. Esta se revolvió entonces contra el perro, abriéndole el vientre
de un zarpazo, y después remontó el vuelo llevándose al infortunado animal.
Un ayudante del sheriff y su hijo vieron también el "águila"
gigantesca que capturó un gamo en el bosque donde ellos estaban cazando
ciervos. Según dijeron, el animal tenía una envergadura de 4,5 a 5,5 metros,
y un cuerpo tan voluminoso como el de un hombre.
Según se cree, el mismo monstruo fue también el causante de extrañas
desapariciones de ovejas en un corral vallado. Por tanto, parece ser que
se trataba de un águila capaz de levantar el vuelo con un gamo, un perro
de caza, una oveja y una niña de diez años, y que además intentó apoderarse
de un adulto...
Hacia 1940, en Pennsylvania, un escritor e historiador local, llamado
Robert Lyman, se encontraba en la Selva Negra, cerca de Coudersport, cuando
vio en medio de un camino un pajarraco de color pardo. De pie media cerca
de un metro, y tenía el cuello y las patas muy cortos. Cuando alzó el
vuelo, Lyman vio, tomando como punto de referencia el camino, que sus
estrechas alas, una vez desplegadas, alcanzaban una amplitud de 6 a 7,5
metros.
En 1947, cerca de Ramore (Ontario, Canadá), unos granjeros pasaron un
mal rato con una gigantesca ave negra que atacó su ganado. Tenía
un pico curvo, grandes garras y unos ojos amarillos "del tamaño de
dólares de plata". Unos meses más tarde, en Illinois fueron avistadas
repetidas veces aves de un tamaño increíble. "¡Ahí afuera hay un
ave tan grande como un B.29!", chilló James Trares, un niño de doce
años, al entrar corriendo en su casa en busca de su madre. Esto ocurrió
en enero de 1948, y James fue el primero en notificar la existencia de
este monstruo. El niño vivía en Glendale (Illinois), y el ave que vio
volando tenía un color gris verdoso.
Un ex coronel del ejército, Walter Siegmund, vio algo similar el 4 de
abril. Calculó que volaba a unos 1.200 metros de altitud, y a partir de
su experiencia militar quedó convencido de que "sólo podía tratarse
de un ave de un tamaño enorme".
Hubo otras visiones, entre ellas alguna en Saint Louis (Missouri). Varios
testigos creyeron primero estar viendo un avión, debido a su gran tamaño,
hasta que el ser empezó a batir sus alas y a realizar maniobras propias
de un ave. Entre los testigos se contaban policías e instructores de vuelo.
La última visión tuvo lugar, al parecer, el 30 de abril de 1948. Charles
Dunn apenas pudo dar crédito a sus ojos cuando contempló un ave cuyo tamaño
"era el de una avioneta Piper Cub", que volaba a unos 900 metros
de altitud y batía sus alas. Poco más se supo de aves monstruosas durante
casi dos décadas, aunque en 1957 fue avistado un extraño pajarraco con
una envergadura de 7,5 a 9 metros volando a unos 150 metros de altitud
sobre Renovo (Pennsylvania). en 1966 se produjeron noticias procedentes
de Utah, West Virginia, Ohio y Kentucky, aunque sólo algunas de ellas
pudieron ser consideradas como visiones de especies apenas conocidas.
Más tarde, en 1975, tras unas misteriosas muertes de animales en Puerto
Rico, fueron avistadas aves de gran tamaño y de aspecto similar al de
cóndores o buitres de color blanquecino. El 26 de marzo, el obrero Juan
Muñiz Feliciano fue atacado por una "terrible criatura grisácea con
multitud de plumas, un cuello largo y grueso, y mayor que un ganso".
A finales de julio de 1977, fueron vistas cerca de Delava (Illinois)
dos aves de gran tamaño que trataban de llevarse un cerdo que pesaba cerca
de 30 kilos. Ambas recordaban los cóndores californianos y tenían una
envergadura de 2,5 metros, pero un ecólogo de la universidad de Illinois
comentó que los cóndores se hallan al borde de la extinción, y que no
pueden levantar semejantes pesos; además se alimentan de animales muertos.
¿Qué era, pues, lo que trató de llevarse al niño Marlon Lowe, de diez
años de edad, en el jardín de su casa en Lawndale (Illinois) el 25 de
julio del mismo año? También ese pajarraco iba acompañado por otro, y
lo que pudo haber sido terrible tragedia tuvo lugar tan sólo unos días
antes del frustrado robo del cerdo, y a una distancia de 16 kilómetros
del lugar. Marlon estaba jugando al escondite, cuando a las 8:10 de la
tarde una de las aves se apoderó de él y lo levantó del suelo. Afortunadamente,
su madre se encontraba cerca. Vio los pies de Marlon colgando en el aire
y gritó, ante lo cual el ave dejó caer al niño antes de haber alcanzado
una gran altura. La señora Lowe se encontraba a sólo tres metros de distancia
de las aves, y más tarde comentó: "Siempre recordaré que aquella
cosa enorme inclinaba su cuello adornado con anillas blancas, y que parecía
tratar de picotear a Marlon mientras volaba alejándose." Describió
a las aves como "muy negras", excepto las anillas blancas
alrededor de sus cuellos, cuya longitud era de unos 45 centímetros. Los
picos eran curvos y median unos 15 centímetros de longitud, y la envergadura
de las alas no era inferior a los 2,5 metros. Calculó que, de haberse
posado en el suelo, habrían medido alrededor de 130 centímetros de altura.
Seis personas los vieron alejarse hacia Kickapoo Creek, donde hay espesos
matorrales y una gran cobertura de árboles.
De no haber sido por los gritos de la señora Lowe, que asustaron al ave,
es muy probable que Marlon hubiese corrido el mismo destino de Marie Delex,
Jemmie Kenney y Landy Junkíns. En realidad, los Lowe padecieron otras
consecuencias. Fueron molestados por vecinos que dejaban pájaros muertos
ante el portón delantero, y por escritos y llamadas telefónicas
a cual más desagradable. En la escuela, Marlon, apodado "el niño
del pájaro", tuvo que pelear más de una vez para hacer frente a las
burlas de sus condiscípulos. Su cabello rojizo se volvió gris,
y durante un año el pobre chiquillo se negó a salir al exterior después
de que hubiera oscurecido.